En Huemul, el 19 de enero de 2020
Como todos los años en este atardecer del domingo antes de la largada, les doy la bienvenida a nuestra casa en Huemul, a este asado en la playa, y les agradezco que hayan aceptado la invitación a hacer música en esta comarca de los Siete Lagos.
En estos últimos días con frecuencia me han preguntado ¿cómo celebro este Xmo Festival? ¿qué torna especial haber llegado al número 10?
El trabajo de preparar este Festival tuvo mucho en común con años anteriores. Sin embargo, hay un dato, en apariencia simbólico pero en sustancia, para mí al menos, profundo que da una valor especial a este décimo aniversario. No hubiésemos llegado a este Xmo Festival sin la red extensa de lazos de amistad que hemos forjado a lo largo de estos años con y entre personas que, si no fuese por la música, quizás nunca se hubiesen conocido.
El primero de esos lazos de amistad es con Germán Clavijo, quien lamentablemente por razones familiares este año no puede estar físicamente presente. El lazo de amistad y afecto que no sólo Anna y yo sino muchos de ustedes hemos forjado con Germán constituye el cimiento de este proyecto duradero. Proyecto que se ha ido edificando con los aportes de lazos de amistad multiplicados: (A) con Andrés Badessich y toda su familia, incluyendo a la querida Sylvette, (B) con Kyoko y Diego, y con sus “hijos musicales” que a lo largo de los años fuimos conociendo y viendo crecer en nuestro papel de padrino y madrina “de verano”, (C) con las familias de Angostura, Bariloche y San Martin de los Andes, cuyos hijos integraron las primeras formaciones de Sonidos, (D) con los estupendos profesores (ya casi 50) que han llegado hasta esta región de los Siete Lagos desde todos los confines de la tierra para hacer música entre ellos y con nosotros, (E) con los amigos que se han ido acercando y han adoptado a la Asociación Filarmónica 7 Lagos como suya: Cristina y Tomás, Marie y Roy, Andrea y Carlos, Andrea y Pablo, Ginny y Gustavo, Boris (que nos “difunde” por todos los rincones del país), Lucía Roviralta, Enrique y Carolina Boilini, (F) con mi hermana Lupe, que despliega sus dotes organizativos y de logística para mantener a 60/70 personas bien alimentadas, y a partir de allí contentas y enfocadas en hacer su trabajado a lo largo de dos semanas, (G) con Teresa, con quien hemos dado una dimensión creativa a una amistad de muchos años, (H) con las autoridades de VLA y el equipo del CdC que se ponen a disposición para permitir que VLA, por estas dos semanas le dé formas al silencio de la Naturaleza, (I) con Ailén Bressan, que aporta su experiencia como en palabras de Adrián Iaies “la mejor organizadora de festivales de Argentina” para que todo fluya como si hubiese una enorme organización detrás; (J) con Florencia y Martín que responden con una enorme sonrisa a todo pedido que se les haga cualquiera sea la hora y desde hace 3 años, con Jorgelina y hoy sumamos a Camila, (K) con las distintas formaciones de Camerata, a quienes descubrimos a lo largo de los años integrando orquestas o estudiando en muy distintos lugares del mundo y recuerdan con afecto sus noches en Peumayén, los conciertos en la Catedral, … Podría seguir muchos minutos enumerando lazos de amistad que se han forjado.
Todos estos lazos de amistad, a su vez, están unidos por un hilo invisible que va más allá del vínculo personal, de la simpatía y del afecto que se haya podido crear. Es un hilo que incluso va más allá de la música misma, aunque encuentra en la música su instrumento. Ese hilo es la voluntad que compartimos de embarcarnos en una actividad que tiene el foco puesto en la emoción que la música puede generar, no solo en nosotros, sino en los demás. Y en esa emoción anida también la esperanza compartida de que esta humanidad tan difícil de entender por momentos pueda encontrar caminos de encuentro para resolver los problemas y desafíos que enfrenta y siempre enfrentará.
Para que esa emoción se produzca, se genere, ocurra, es necesario que los estupendos músicos, por cierto, pongan “toda la carne en la parrilla”. Pero a su vez para que eso ocurra, cada uno de nosotros también tenemos que poner toda nuestra propia “carne en la parrilla”. Ninguno puede fallar para que esta orquesta organizativa que constituimos suene. Y es esa coincidencia intangible de deseo compartido lo que nos motiva, nos alienta y nos llena de ganas y cada vez que terminamos un festival, mal dormidos y agotados, de satisfacción.
Habiendo llegado a este Xmo Festival creo que todos podemos brindar por las amistades forjadas y lo que hemos podido hacer juntos. Brindemos hoy por aquellos que nos acompañan desde lejos con el afecto, y por todos los que nos reunimos en esta playa en este atardecer para buscar, una vez más generar, la emoción que da esperanza.
Andrés de la Cruz
Presidente de la Asociación Filarmónica de los Siete Lagos